Narrador: Ya todo había terminado. Ya no había nada que hacer ni objetivo que perseguir. Se miraron a los ojos. Ella sonrió. Él no.
No podían decirse adiós, aunque ambos lo deseaban. Su hijo sí se los dijo, y se fue.
Estuvieron en silencio un rato más. Vieron partir lentamente al joven, esperando en cada uno de sus pasos que volteara. Cuando lo llegó a hacer, esperaban que regresara. Un murmullo de “adiós” cuando la maleza terminaba de ocultarlo fue lo único que rompió el silencio, para repararlo inmediatamente.
X: Aquí nos quedaremos nosotros.
Y: Como si tuviéramos opción.
X: Sí la tenemos, siempre hay opción.
X: Dímela.
Y: Volver a enamorarnos.
X: Terminó, entiéndelo.
Y: ¿Qué no es el fin siempre un nuevo comienzo?
X: Sí, de algo diferente.
Y: ¿Y si yo no quiero algo diferente? ¿y si yo te quiero solo a ti?
X: Entonces no lo habrías hecho.
Y: También podemos separarnos, cada quién por su lado.
X: ¿A dónde?
Y: Podemos acompañar a nuestro hijo.
X: Solo le estorbaríamos, no nos necesita.
Y: Yo le necesito.
X: Entonces ve tú.
Y: No te dejaré sola.
X: Entonces quédate.
Y: ¿Para qué?
Narrador: El silencio estalló de nuevo, y retumbó hasta el día siguiente.
X: Ahora que somos libres, ¿hay algo que te gustaría hacer?
Y: No.
X: ¿Has cumplido todo lo que te has propuesto en la vida?
Y: ¿y tú?
X: No.
Y: Pues sal y hazlo.
X: ¿Cómo?
Y: Tú mismo lo dijiste, somos libres, podemos hacerlo.
X: Ya no puedo, sólo me queda soñar con hacerlo.
Y: Envidio tus sueños.
X: No soy para envidiar ¿y cómo es que tú cumpliste lo que te propusiste?
Y: No pidiendo mucho, una familia, un hijo, casa propia.
X: ¿Nada más?
Y: Nada más.
Narrador: Por la noche, su segunda noche de libertad, ambos soñaron. Cuando despertaron, contaron sus sueños. Nuevos sueños. Empezaron a planear. Se sintieron felices. En la tercer noche, siguieron planeando. Ambos soñaron en la cuarta noche. Planearon en la quinta. Planearon en la sexta. Y nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario